martes, 12 de abril de 2016

Piquitos de barro



Su llegada no pasa inadvertida. Cuando regresan de sus cuarteles de inverno en áreas africanas, es común verlas sobrevolar en grupos las calles de las poblaciones rurales, y ciudades también. Y si existen cornisas con la suficiente altura y lejos de amenazas, instalarán un nido artesano de barro, o puede que reparen el que ya usaron y dejaron vacío el año anterior. Normalmente se reúnen en colonias, y es fácil observar en estas cornisas una hilera de nidadas adosadas. Son verdaderas alfareras, buscan zonas donde se acumulan limos y arcillas humedecidas, y poco a poco, viaje tras viaje, lo trasladan con sus picos hacia el nido. Meticulosamente forman o reparan un refugio semicerrado que ni el mejor arquitecto diseñaría. Tienen la consistencia y fijación suficiente para que aguante toda la temporada de cría, incluso algunos años más si está bien situado. Allí los polluelos de avión común, nacerán, se desarrollarán y permanecerán hasta que hayan crecido lo suficiente y se lancen al vuelo esa misma temporada.

Observar a los aviones comunes, en su laboriosa tarea de recoger el barro con sus minúsculos piquitos, y volver a por más material de construcción una y otra vez, es todo un espectáculo. Y observar una colonia de estas aves, entrando y saliendo, construyendo, reparando..., sus nidadas es digno de admirar. No entiendo como es posible que haya quienes derriben estos nidos porque simplemente no les gusta estéticamente en la cornisa de su casa. O porque según ellos molestan. ¿No seremos nosotros los que molestamos a ellos??

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